Recuperar el Cariño
- Adrián Pío Flores
- 18 ago 2024
- 12 Min. de lectura
Actualizado: 5 ago
Nota editorial del Libro Recuperar el Cariño
El Rebozo (Segunda Edición 2021)
Hubo un tiempo, entre 2012 y 2015, que nuestra cooperativa editorial vivía en Oaxaca. En este lugar, la Universidad de la Tierra era el espacio que nos daba un centro, un punto de encuentro, una referencia, una casa para estar. Ahí nos reconocimos en la experiencia del aprendizaje autónomo a través de seminarios, encuentros con pueblos y conocer compañerxs de muchas partes del mundo. Este espacio también nos permitió viajar en el pensamiento Ilichiano, en el Marx histórico y en las voces que señalaban que el conflicto del patriarcado tenía que atenderse.
En esos tiempos tocó que Gustavo Esteva invitase a su compañero y amigo Grimaldo Rengifo. Gracias a esa visita, el mundo andino se filtró en nuestras conversaciones y fue así que empezamos a escuchar la propuesta de “reafirmación cultural”, es decir que ya había una cultura antes de la conquista y que esta tenía una mirada, una actividad muy distinta a la que el mundo occidental tiene hoy día. En su compartir él hablaba de conversación entre culturas. También, decía que todxs veníamos de alguna raíz indígena, raíz originaria en algún tiempo en donde la vida, o lo vivo, estaba en mejor armonía que ahora. Escuchábamos con atención lo que se compartía. Sin entender tanto en un principio, podíamos intuir que había algo que hacía a los presentes vibrar, que permitía encontrar algunas respuestas a este dilema de la mirada occidental sobre la vida.
Más allá de grandes conceptos, las palabras de Grimaldo nos llevaban a reflexionar que humanas y humanos no estamos por encima de la Tierra, que somos sus cuidadores y cuidadoras y que, debido a que la cultura occidental ha dominado y controlado la vida por mucho tiempo, ya hemos llegado a un extremos de destrucción en donde la Tierra —o la pacha— apenas puede resistir. Para compartirnos y conversar sobre la forma andina de mirar el mundo, Grimaldo nos presentó el Proyecto Andino de Tecnologías Campesinas (PRATEC), el cual partía de la idea de que si occidente domina, acá conversamos; si occidente explota, acá cuidamos; si occidente se impone sobre todas las cosas, acá se está al igual con todo lo que nos rodea.
Después del encuentro en Oaxaca, se tuvo la oportunidad de conocer en persona estas comunidades. En otoño de 2016 un compañerx, visitó la región Quechua-Lamas en la alta amazonía peruana. Una búsqueda de otra forma de entender la vida y de sanar el cuerpo.
Nos permitimos narrar un poco de la experiencia del viaje a la amazonía pues creemos importante ponerle texturas, colores y palabras a los paisajes y contextos, de manera que podamos compartir de manera más cercana e íntima y aportar a la mejor lectura de este texto. Queremos pintar un poco de la escena que nos recibía en las comunidades que se encuentran cercanas a la pequeña ciudad de Lamas, Perú, así como dar a entender por qué creemos que el esfuerzo de PRATEC representa una respuesta otra a las posibles que se tenían en el Perú de los 80´s. Lo aquí escrito nace de todos los encuentros, conversaciones,
viajes en moto, pláticas con niñxs y abuelas, con lxs compas de Waman Wasi y con todxs aquellxs que se cruzaban en el camino por las calles de Lamas y las comunidades de alrededor.
El viaje
En 2016 por ciertas circunstancias y cosas que el cuerpo sabio nos dice, tocó parar para mirar hacia adentro y volver a armonizar el cuerpo la mente y el corazón. Durante ese trabajo los caminos indicaron que era tiempo de visitar Waman Wasi* en donde PRATEC tenía su base en Lamas, Distrito de San Martín al norte del Perú. Es así que hicimos el viaje para encontrar esta realidad y buscar el ayahuasca y todas esas plantas que tanto nos habían contado que sanaban el alma.
Lamas es una pequeña ciudad al norte del Perú, con una población no mayor a 18 mil habitantes, con una larga historia de conquista, colonia, misiones y todo aquello por lo que la mayoría de los pueblos de Abya Yala han pasado en los últimos 500 años. Es una ciudad que fue diseñada y construida con base al pensamiento de los colonizadores, quienes de la mano de la iglesia agrupaban a los pueblos que ahí vivían de manera distinta con la naturaleza, con lo vivo como dicen allá. Cuentan que a la llegada de los españoles, los pueblos estaban descuidados, estaban distraídos y fue así que de la mano de la colonia llegó la peste, de la cual siguen sanándose.
Ahí llegamos, estuvimos rodeadxs de chacras, que vendría siendo algo equivalente a la milpa campesina indígena en México. Nos abrazaban muchas plantas, árboles, animales e insectos; la conexión a internet era muy caótica. Por las noches al cerrar los ojos para dormir, la sensación de estar rodeados por múltiples seres se hacía presente en los oídos y de apoco en todo el cuerpo. Detrás de nuestra habitación había un jardín inmenso lleno de plantas medicinales, fruta y alimento, lo cual replicaba el ecosistema que la misma selva genera en toda la amazonía. Caminos de tierra, montañas, chacras y pequeñas comunidades que estaban todas cercanas una de otra. Melitón Panduro era el encargado del jardín que estaba detrás de la casa, cuando salíamos a caminar nos parábamos a cada rato para hablar y explicar el uso de cada planta, no era médico, no era enfermero, pero se podía entender que su sabiduría no requería de academias, ni escuelas, ni cursos de medicina tradicional, su propio camino le había puesto a sus compañeras plantas frente a él.
Al dejar Lamas e ir a las comunidades cercanas no había más idioma oficial, el español quedaba en segundo término. Con gusto las familias de las distintas comunidades nos recibían con tremendas sonrisas y bromas. Nos invitaban a comer, nos compartían sus alimentos, además de que nos enseñaban sus sofisticadas formas de recolectar agua, de hacer medicinas, del uso del barro para hacer platos, vasos y lo necesario para la cocina.
Un día nos tocó visitar Valisho, una comunidad que tal vez tendría unos 60 o 80 habitantes. Un gran campo de fútbol estaba al centro de la comunidad, sus calles de tierra roja, sus casas con techos de palma, la gente sentada en algo que parecía una palapa comunal. Había espacio para cocinar y para sentarse juntos. Ese día había una visita que parecía ser alguien del estado que venía a promover un proyecto de siembra.
La gente escuchaba atenta, respondía lo que preguntaban. Recuerdo que la persona que venía de afuera les decía que si querían progresar, si querían tener mejores condiciones en sus calles, tenían que trabajar duro y que este plan era para que eso sucediera. Se trataba de sembrar la famosa semilla de sacha inchi (en los últimos años en el mercado comercial ha sido convertido en una super food y su consumo ahora es de nivel global, de producir para su población ahora se tiene que producir para millones de consumidores) y entonces lo que había que hacer era renunciar a su forma de siembra tradicional (tecnología) llamada chacra y en cambio tener monocultivos.
La persona se fue y la convivencia siguió. Comimos muy bien, el arroz, plátano, un poco de caldo de gallina y todas contentas y contentos. Después pudimos comprender que acabábamos de vivir un ejemplo de la resistencia de siempre: el desarrollado con sueños de occidente, acababa de irse, quería cambiar la chacra de las abuelas, por el monocultivo que el mercado peruano requería, quería convertir gente que ha resistido y habitado esas tierras desde siempre, en no más que servidores —esclavos-chalanes— de una compañía trasnacional avalada por el estado peruano.
En las siguientes horas vino el segundo aprendizaje. Un grupo de niñas y niños de entre 5 a 12 años, quienes desde un inicio sospecharon que era tiempo de jugar, vinieron y preguntaron algo que no estábamos listos para responder. La respuesta era obvia por supuesto, pero sin embargo fue uno de esos momentos en los que el cuerpo puede llegar a entender a la perfección pero la cabeza no.
—¿Es usted del sendero (luminoso) o es militar?
El siguiente segundo pareció que duró como 35 años.
Respondí que no era ninguna de las dos.
— Soy su amigo y vengo de México.
— Entonces vamos a jugar…
Los juegos duraron más de 2 horas, subíamos y bajábamos una montaña de tierra como de unos 10 metros de altura. Subíamos, bajábamos, escalábamos y resbalábamos por la tierra. Después vino una ronda, después los congelados. Después el corazón latía fuertemente y no precisamente de emoción pero sí de cansancio.
Otra tarde estábamos en la casa de Waman Wasi —que por cierto es un lugar que abrazó y cuido los días de dieta post ayahuasca—. Ahí preguntamos a Grimaldo cómo fue el inicio de PRATEC, de esa casa y de esa colectividad. Supimos así que Grimaldo pasó por México y se encontró con Ivan Illich, quien le recomendó caminar en huaraches desde Cuernavaca, Morelos hasta Oaxaca. Grimaldo lo hizo y lo que encontró y aprendió en su camino ameritaría un solo libro, mas ahora podemos decir que esa experiencia ató un lazo, ató cabos sueltos en cuanto la forma de mirar y entender el mensaje que los pueblos originarios que en su forma de relacionarse con la vida nos dicen sin tantas palabras a cada momento.
Los años 80´s en el Perú, como en toda Latinoamérica, eran años difíciles: las dictaduras, el triunfo de la propuesta capitalista que se decía estaba por llegar, movimientos guerrilleros y luchas sangrientas, un eslabón más para la historia de la conquista, el capitalismo y para lo que hoy entendemos como la cultura patriarcal. Los años fujimoristas estaban por llegar, los movimientos inspirados en la revolución cubana eran presentes, pero también estaba presente algo que podríamos resaltar con la frase de Ivan Illich “la perversión de lo mejor, es lo peor”. Nos referimos a la guerrilla del Sendero Luminoso y su lider Manuel Rubén Abimael Guzmán Reinoso, o bien “Presidente Gonzalo”, quienes fueron responsables del asesinato de muchas personas que no querían unirse a su movimiento, así como también de chamanes y abuelas sabias, las cuales eran catalogadas como un obstáculo para la verdadera revolución del hombre nuevo. Ese obstáculo podría ser descrito hoy como eso que quiere mantenerse arraigado a su tierra, a vivir y cuidar como siempre, en lugar de aceptar la sumisión por la lucha del desarrollo de izquierda embriagada en la perversión del Poder.
Por otro lado se encontraba la opción partidista, la cual constaba en ocupar el espacio de la izquierda más urbanizada, con inspiraciones políticas honestas pero que al final acababan en la burocracia partidista del sistema. Las opciones eran limitadas en aquellos tiempos tanto para Grimaldo Rengifo como para Eduardo Grillo, quien fue cofundador de PRATEC.
Para ese momento, Grimaldo y Eduardo ya habían recorrido un camino que poco a poco les llevaría a la opción de la reafirmación cultural de los pueblos. Ambos con pasados de estudios sobre agronomía y agricultura, con intentos de “apoyar” a las comunidades, en donde al final les fue revelada la importancia de la conversación de los pueblos andinos. Después de analizar el panorama político y social del Perú parecía que ninguna de las opciones era viable. Es así que finalmente deciden optar por conversar y unir esfuerzos con los pueblos andinos, quechuas y originarios de aquellas tierras, dando inicio así a lo que hoy conocemos como PRATEC.
La purga y la conversación
Hasta estar ahí preguntaron si íbamos a tomar la purga, haciendo referencia al Ayahuasca. La purga consiste en un momento muy importante para quien decide tomarla. Allá se toma para varias cosas: para ser bueno en la cacería, para que los animales te respeten, para que la cosecha sea buena cuando siembras, para limpiar la sangre y para sacar todo aquello que no le hace bien a nuestro cuerpo. Básicamente para depurarnos de una manera muy completa. Depende del maestro que convida la cervecita, como le dicen, es la forma de que ésta actúa, siendo unas más fuertes que otras y provocando los mareos que son los que más han atraído al turista y/o persona que busca una experiencia de tipo psicodélica. En este caso, como lo hicimos, era una toma de tres días a orillas del Río Mayo en el tambito (la casita que está en la chacra y se usa para dormir y/o convidar Ayahuasca) de Braulio. Consistía en estar tres días tomando por la noche y haciendo baños en el río durante el día, no había energía más que la del sol y la de los seres vivos alrededor.
A partir de ese momento empezaba la dieta, lo cual fuimos descubriendo que era lo más importante, aún más que tomar, ya que si uno no dieta bien la ayahuasca no le da la fuerza. Después de la toma y del cansancio que ésta conlleva los sentidos estaban en rehabilitación. No se puede que te toquen, no se puede que huelas cosas fuertes, no puedes comer sal ni azúcar, no café, no chile, ni alimentos con semillas. No se puede tener sexo, no alcohol, no drogas. Todo esto por un mes. El arroz blanco y el plátano maduro eran
los mejores amigos durante este tiempo. Después de 15 días, se sacrifica una gallina y se le come por toda la semana y apenas se empieza a probar sachaculantro (cilantro silvestre del monte), se sigue sin sal y sin azúcar y sin todo lo demás. Para ese momento un simple bocado sabe al mejor manjar que pudieses haber experimentado.
Durante ese mes después de la purga fuimos a visitar algunas comunidades y todas las personas estaban al tanto que era el momento de dieta, en una en particular como era la hora de la comida nos pasaron a la cocina y la mujer más anciana que se encontraba ahí nos convido la comida. Gallina negra y arroz pango (sin sal). Se sentía que todas y todos nos cuidaban para que la dieta fuera buena. De vez en cuando mujeres y hombres soltaban chistes sobre la parte difícil de la dieta: la abstinencia. Cuando toco probar dulce, el platillo fue un pastel de mango. El sabor era algo que casi saca lágrimas de placer. Después de esta experiencia pareciera ser que el aprendizaje o los aprendizajes fueron varios, desde
frases como “amigos, ustedes lo que tiene es mal de pensamiento, piensan mucho, o alguien les piensa mucho de ustedes”, hasta entender que no es solo la medicina de la planta quien cura, sino todo lo que rodea a la persona en busca de sanar profundamente.
El sanar estuvo en la
conversación, entendiendo
que si todo es vivo,
la conversación no solo es de
palabra sino de afecto,
de sensación y
percepción.
Un viaje que sirve para bajar a nivel de tierra y saberse su igual o más pequeño que ella; soltar el entendimiento y entregarse a la armonía con lo vivo. Conversar con la vida y armonizar con ella, para después entender que nos podemos mover en dimensiones sociales, culturales, económicas pero que la base siempre está ahí para volver a ella: la naturaleza, lo vivo.
Esta experiencia de búsqueda y los hallazgos en ella, hablan bien de lo que este libro pretende ser: un diálogo entre culturas que propicie nuevos imaginarios para el trato de lo vivo, además de nuevas formas de afrontar los retos y amenazas que la cultura patriarcal nos impuso. Después de estar en el río Mayo y conversar con compañerxs sobre la forma de resistir a los embates del sistema capitalista y de los mecanismos de muerte nacidos de la idea de dominar y controlar lo vivo, surgió la idea de que en esta forma de “conversación” hay muchas pistas para todas y todos aquellos que buscan una forma distinta de vivir, en donde la libertad y la dignidad son el valor o elemento común.
Así después de salir de la selva y encontrarnos en la ciudad de Lima, conversamos más con las y los compañerxs de PRATEC, sobre cómo se hacen las conexiones y los puentes entre estos esquemas mentales cuadrados y occidentales y estos otros en donde las formas son múltiples y amorfas, en donde simplemente los conceptos y metodologías quedan fuera.
Queremos dar un carácter político al cuidado de la vida, de la tierra, de las plantas y organismos que la habitamos, conversar entre seres vivos se sale de los esquemas humanistas en busca de trascendencia personal, lo cual es común encontrar en espacios de sanación, en donde se otorga el sanar como característica personal e individual y no como una cuestión comunitaria.
Finalmente recordamos algunas más de las frases y conversaciones durante este encuentro:
“Las y los quechuas que salen a las ciudades,
siguen siendo comuneras y comuneros a
donde se mueven, con ellas viajan semillas,
viajan costumbres y formas de relacionarse
con la vida”.
Entendemos que estas experiencias y estas formas de socializar y estar, son un aporte para los cuestionamientos que tenemos entre compañeras y compañeros, colectivos, movimientos, pareja, amigos en cuanto al cómo transformar nuestras formas organizativas para convivir con el caos, pero también para dar respuestas contundentes ante las secuelas que persisten y se siguen reproduciendo por la dominación y el sistema de muerte.
Para leer a continuación los textos hay que imaginarse caminando por la selva, sonriente, jugando, aprendiendo, haciendo rituales y guardando silencio. Sonidos vivos infinitos durante las noches, rebeldía que se esconde de la razón, sonrisas y simpleza hiladas en las conversaciones, una luz por compartir.**
*Waman Wasi es la casa en Lamas, Perú que nos recibió. Este era el centro en donde PRATEC podía recibir visitantes de diversas partes del mundo, además de ser un lugar usado por las comunidades para llevar a cabo asambleas y talleres. Cuenta con un gran jardín medicinal y árboles de cacao. Un lugar seguro, convivial y solidario para todas y todos.
** Este texto forma parte del libro "Recuperar el Cariño" publicado por la editorial el Rebozo. Para adquirir el PDF envía un correo a coopelrebozo@gmail.com o por IG en @rebozo_editorial
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